lunes, 10 de agosto de 2020

LA ESFINGE MORATALLERA. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 78
01-08-2020

LA ESFINGE MORATALLERA

Moratalla no tiene esfinges de piedra pero sí tuvo una de carne y hueso que ya forma parte de su mitología popular: el HOMBRE LEÓN.

No recuerdo haberlo conocido personalmente pero tengo testimonios directos de quienes lo conocieron. El mote le venía por su poblada barba y su larga melena desaliñada pero no han trascendido otros detalles de su vida, salvo su condición de aventajado discípulo de Baco -versión poética-, o de aficionado a empinar el codo -versión castiza-, pero sin llegar a ser un alcohólico anónimo porque era muy conocido por todos, sobre todo por los taberneros.

He recogido tres episodios de su vida.
1. En una taberna, pidió su desayuno habitual, un “garrampón” -vaso muy grande- raso de vino. Se lo apuró de golpe sin derramar ni una sola gota y, un viajante forastero que lo vio, mezclando su sorpresa, su asombro, y su incredulidad, se dijo por lo bajini: "Ese vaso no me lo bebo yo ni de agua". El rey de la selva moratallera, de agudo oído felino, sin apartar la vista del vaso exangüe de Cristo, puntualizó escuetamente: "¡NI YO TAMPOCO!"

2. Una noche, un pesado bromista barista, no por gordo sino por especialista en bromas pesadas, lo obsequió con un buen garrampón de caldo de olivas negras disfrazado de vino. El agasajado se lo tiró al cuerpo de golpe y, cuando ya se iba, mantuvo por lo bajini este corto diálogo con el falso vinatero:
-¿Te queda mucho vino de ese?
-Me queda un tonel de 20 @@.
-¡POS VE DÁNDOLE MANTA QUE ESTÁ REPUNTAO!
De otra cosa no sabría la víctima pero de mostos de uva fermentados...

3. Otra noche cruda de un crudo invierno, según cuentan las buenas o malas lenguas, el mismo malafolla lo socorrió con otro garrampón de vino, esta vez auténtico, y con una pareja de hecho de anchoas, ya casposas de sal, que llevaban bailando en el fondo de la lata desde el año de la polca… A eso de las cuatro de la mañana, se oyeron dos golpes secos en la puerta del caritativo tabernero, que se asomó sobresaltado a la ventana de la segunda planta y, antes de que pudiera abrir la boca y los ojos, oyó el rugido callejero e inconfundible de la esfinge moratallera:
-¿Tienes bicarbonato?
-¿Bicarbonato a estas horas? ¿Y eso?
-¡PORQUE HE PENSAO QUE EL QUE HA ENCENDÍO EL FUEGO QUE LO APAGUE!

P. D. No aparece en las crónicas si el pirómano ejerció de bombero o no, pero la tradición oral sí recoge, desde aquel célebre incendio, que los bromistas taberneros socorristas supieron que las anchoas ancianas y casposas les dan rescoldera a los leones medio humanos, con las consecuencias que eso podría acarrearles.
Gracias, amigo Marcial, por recordarme, ayer mismo, el episodio 2, que había olvidado.


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