miércoles, 12 de agosto de 2020

¡EL MUNDO ESTÁ ENMASCARILLADO!... Gustavo Romera Marcos

MIS PERLAS LITERARIAS 81
10-08-2020

¡EL MUNDO ESTÁ ENMASCARILLADO! ... ¿QUIÉN LO DESENMASCARILLARÁ?

Esta obsesión por las dichosas mascarillas me está obsesionando tanto que estoy totalmente obsesionado. Se me ha disparado esta obsesión y he escrito estas veinte OCURRENCIAS, pero con la promesa de que no voy a hablar más de estos tapabocas -porque la nariz no me cabe dentro- ; ni tampoco de la pandemia en general, tanto en mi MURO como en mis HISTORIAS… a ver si olvidando nosotros el virus, se olvida el virus de nosotros… Las he puesto numeradas pero en orden analfabético.
1. (Apostilla al título). Una cosa es el ENMASCARADO que le pide al cajero la bolsa o la vida; y otra muy distinta, el ENMASCARILLADO que le pide al cajero automático su saldo y ve que ha perdido la Bolsa y la Vida.
2. Llevar mascarilla es algo mucho peor que dentar, los dientes sólo duelen cuando te salen… pero a las mascarillas nunca te acostumbras.
3. No sé si me libraré del virus… pero he conseguido librarme de sus noticias… ¡Algo es algo!
4. Es verdad que la mascarilla resalta los ojos... pero los míos se me siguen yendo solos a donde la espalda pierde su casto nombre, y a los cántaros de miel de Carlos Mejía Godoy… ¡Qué quieres que te diga!
5. Era un aprensivo tan roñoso que, en vez de cambiar de mascarilla… cambiaba sólo las gomas... que reciclaba de los ajos tiernos.
6. ¡Qué estornudo daría con la mascarilla puesta… que sus orejas lo abofetearon!
7. Los amigos de las playas nudistas se siguen conociendo… incluso con la mascarilla puesta.
8. Nunca digas “con esta mascarilla no beberé”… para no darles ideas a los expertos... Ahora que caigo, me distraje con el móvil, me bebí el zumo de naranja con la mascarilla puesta y no pasaron los granillos...
9. Las mascarillas han borrado las diferencias sociales… Cada diente de oro vale lo mismo que una mella.
10. La mascarilla no consiguió ocultarle la sonrisa... porque no se había reído nunca.
11. Las mascarillas calman los ánimos… porque no dejan que nadie enseñe los dientes.
12. Las mascarillas atenúan el cansancio físico… porque, aunque te estés desmayando, no te permiten ir con la lengua fuera.
13. Una sonrisa no cuesta nada… pero, con la mascarilla, “¡yapaqué!”
14. Con la mascarilla puedes hablar… pero no puedes decir "esta boca es mía".
15. Sopló tan fuerte las velas de la tarta con la mascarilla puesta… que salió de cabeza volando por la ventana viento en popa a toda vela (Ocurrencia en colaboración con mi colega Espronceda.)
16. La mascarilla es un invento que no te permite burlas… porque no puedes sacarle la lengua a nadie.
17. El virus no sé yo si pasaría por su mascarilla… pero la peste a ajo lo hacía tan perfectamente que te volcaba de espaldas y sin colchoneta.
18. Como no saquen una vacuna antes de los alatones… ya tengo patentada una mascarilla con un bujero pa poder meter el canute…
19. Aquella mascarilla era tan perfecta que sólo permitía que pasaran las palabras agudas… Los boquerones y los calamares los tuve que pedir de uno en uno; el jamón fue de york porque no pudo ser ibérico… No pude beber vino, ni cerveza, ni tónica, ni agua… ¡Pero me arregló el cuerpo un chuletón al roquefort acompañado de ron con limón! 
20. Para olvidarme definitivamente de este tema y, como no quiero soltar tacos, ahí lleváis estos cuatro versos, llamados de “cabo roto”:
El foco le hace a la...
lo que la horquilla hace al...
Mascarilla tapa...
y compresa tapa...
P.D. He numerado las OCURRENCIAS para pediros un favor: Que hagáis un comentario aunque sólo pongáis el número de vuestra preferida y así puedo orientarme sobre el tipo de humor que gusta más a mis sufridos lectores. 
¡Vistilla que tiene uno!


LA VÍBORA QUE SALVÓ LA VIDA A UN LEÑADOR. Gustavo Romera Marcos

MIS PERLAS LITERARIAS 80
06-08-2020

LA VÍBORA QUE LE SALVÓ LA VIDA A UN LEÑADOR

Un anciano me contó este suceso real que le había contado su abuelo cuando él era niño, lo que hace que se remonte a principios del siglo XX.
Un moratallero estaba en el monte recogiendo piñas sin más compañía que la de su vigoroso burro y tuvo la desgracia de que le picara una víbora, el único reptil venenoso de estos andurriales.
Con el susto lógico, chupó y escupió apresuradamente todo el veneno que pudo pero, pensando que podría perder el conocimiento antes de poder llegar al pueblo, soltó el ramal del burro y se montó atravesado y tumbado boca abajo dentro del serón, con la esperanza de que el animal encontraría solo el camino de regreso a su cuadra, como así fue.
Nunca se supo cuánto tiempo tardó en quedar inconsciente pero lo cierto fue que, al llegar el burro solo a la Cruz del Humilladero, unos vecinos vieron la espalda de tan extraño jinete y temieron que estuviera muerto porque no se movía ni respondía a sus gritos de alarma. 
Cuando se acercaron, se quedaron boquiabiertos al ver que una víbora iba arrastrando su cola por el suelo colgada de un brazo que sobresalía del serón. 
El hombre no estaba muerto pero sí la víbora que él mismo había conseguido matar y atar fuertemente a su muñeca. 
El mensaje no daba lugar a dudas, lo llevaron urgentemente al médico y llegaron a tiempo de que se salvara.
La víbora lo puso al borde de la muerte pero, paradójicamente, también le salvó la vida después de muerta… con la ayuda de la ingeniosa ocurrencia de la víctima… y con la inestimable colaboración del ya sufrido asno, que demostró no ser burro, y que fue el que llevó todo el peso de esta historia tan increíble como verdadera.
El progreso no siempre trae ventajas. Si aquel hombre hubiera ido en una moderna furgoneta de las actuales, con GPS incluido, probablemente hubiera perdido la vida porque no hubiera sabido recorrer sola el camino de regreso hacia su cochera.
P. D. Este episodio me recuerda el del jarro de vino que aparece en “El Lazarillo de Tormes”, y las palabras de su ciego amo: Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía: ¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud…”.
La foto adjunta de Moratalla es propiedad de don Ramón Rueda Ciller, que me la cedió desinteresadamente.


lunes, 10 de agosto de 2020

SOY MÁS VIEJO QUE EL BOLÍGRAFO. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 79
04-08-2020

SOY MÁS VIEJO QUE EL BOLÍGRAFO

Pertenezco a la camada escolar que vivió de primera mano la gran liberación manuscrita que supuso la llegada del bolígrafo a Moratalla. Me explicaré con ironía pero con hechos completamente ciertos.

Recuerdo escribir en la escuela de don Miguel, en la calle Prim, en 1961 o 62, con aquellos palilleros de plumines recambiables que tenías que mojar en los tinteros incrustados, no sé cómo, en los pupitres dobles. Tinteros que el propio maestro recargaba con una tinta, siempre azul, que él mismo fabricaba diluyendo en agua unas pastillas de “fuchina”.

Para que se me entienda, escribir "Moratalla" suponía tener que mojar -Mo…- tres o cuatro veces -ra…- escurriendo la tinta sobrante -ta…- en el borde del tintero, lla… ¡ya!; con el agravante de no poder cambiar el ángulo del plumín porque caía un borrón de tinta y vuelta a empezar si querías un escrito decente. El obligado ángulo de inclinación también impedía hacer líneas curvas, y no digamos círculos completos, que debías dibujar con el plumín fijo girando el papel con la otra mano. Y con el problema añadido de que la tinta fresca se corría con tanta facilidad que había que usar el papel secante antes de levantar la hoja porque, de lo contrario, las palabras empezaban a llorar por la ley de la gravedad; y el apenado escritor, por la gravedad de dicha ley, para su desdicha.

Ya existían las plumas estilográficas pero eran tan caras y frágiles que, como las medicinas, había que mantenerlas fuera del alcance de los niños, pero no por riesgo de los niños sino de las propias estilográficas. Ahora que caigo, en las medicinas no se dice nada del alcance de las niñas, y algún padre metódico lo va a tomar al pie de la letra y puede pasar cualquier desgracia, ¡Dios no lo quiera!

Pero llegó la noticia de un gran invento a prueba de niñas y niños: Una cosa con la punta como un lápiz pero metálica; con la tinta dentro de una tripa para no tener que mojar nunca jamás; que no echaba borrones; y que, además, permitía escribir en todas direcciones. El !BOLÍGRAFO! Era algo tan increíble que no podía ser cierto, pero vaya si lo fue. Escribir “Moratalla” de un tirón era un descubrimiento semejante al de Colón, salvadas las distancias entre nuestro pueblo y las Indias.

Los primeros bolígrafos, BIC, transparentes hasta la mitad y con capuchón metálico dorado, no eran un objeto lujoso en sí pero sí un artículo de lujo, hasta tal punto que sus privilegiados dueños no se lo dejaban a nadie porque bajaba alarmantemente el nivel de la transparente y valiosa tripa. Costaban nada menos que un duro, o cinco pesetas de entonces, pero un jornal valía nada más que cinco duros y los bolígrafos eran muy duros para hincarles el diente en aquellos años tan hambrientos.

Quién no haya mojado en un tintero los antiguos plumines no puede comprender el verdadero valor de un bolígrafo porque ahora, aunque los bolis se regalen, no son un regalo sino un reclamo publicitario. ¡Cómo cambia el mundo!, mayormente el de la escritura, porque ahora ese maravilloso invento está destinado a la vitrina de un museo, arrinconado por la escritura digital, a la que no se le gasta la tinta porque no gasta de eso, pero sí gasta electricidad y se le puede gastar la batería... ¡Los inventos cambian pero el gasto sigue!

P.D. Cuando pienso en escritores como Lope de Vega (autor de unas 1500 comedias, unos 3000 sonetos, varias novelas y epopeyas, y cientos de poemas… moja que te moja en un tintero una pluma verdadera de ganso o de cisne…) se me pone la carne de gallina sin plumas. ¡Qué no hubiera escrito este insigne polígrafo si hubiera conocido el bolígrafo!


LA ESFINGE MORATALLERA. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 78
01-08-2020

LA ESFINGE MORATALLERA

Moratalla no tiene esfinges de piedra pero sí tuvo una de carne y hueso que ya forma parte de su mitología popular: el HOMBRE LEÓN.

No recuerdo haberlo conocido personalmente pero tengo testimonios directos de quienes lo conocieron. El mote le venía por su poblada barba y su larga melena desaliñada pero no han trascendido otros detalles de su vida, salvo su condición de aventajado discípulo de Baco -versión poética-, o de aficionado a empinar el codo -versión castiza-, pero sin llegar a ser un alcohólico anónimo porque era muy conocido por todos, sobre todo por los taberneros.

He recogido tres episodios de su vida.
1. En una taberna, pidió su desayuno habitual, un “garrampón” -vaso muy grande- raso de vino. Se lo apuró de golpe sin derramar ni una sola gota y, un viajante forastero que lo vio, mezclando su sorpresa, su asombro, y su incredulidad, se dijo por lo bajini: "Ese vaso no me lo bebo yo ni de agua". El rey de la selva moratallera, de agudo oído felino, sin apartar la vista del vaso exangüe de Cristo, puntualizó escuetamente: "¡NI YO TAMPOCO!"

2. Una noche, un pesado bromista barista, no por gordo sino por especialista en bromas pesadas, lo obsequió con un buen garrampón de caldo de olivas negras disfrazado de vino. El agasajado se lo tiró al cuerpo de golpe y, cuando ya se iba, mantuvo por lo bajini este corto diálogo con el falso vinatero:
-¿Te queda mucho vino de ese?
-Me queda un tonel de 20 @@.
-¡POS VE DÁNDOLE MANTA QUE ESTÁ REPUNTAO!
De otra cosa no sabría la víctima pero de mostos de uva fermentados...

3. Otra noche cruda de un crudo invierno, según cuentan las buenas o malas lenguas, el mismo malafolla lo socorrió con otro garrampón de vino, esta vez auténtico, y con una pareja de hecho de anchoas, ya casposas de sal, que llevaban bailando en el fondo de la lata desde el año de la polca… A eso de las cuatro de la mañana, se oyeron dos golpes secos en la puerta del caritativo tabernero, que se asomó sobresaltado a la ventana de la segunda planta y, antes de que pudiera abrir la boca y los ojos, oyó el rugido callejero e inconfundible de la esfinge moratallera:
-¿Tienes bicarbonato?
-¿Bicarbonato a estas horas? ¿Y eso?
-¡PORQUE HE PENSAO QUE EL QUE HA ENCENDÍO EL FUEGO QUE LO APAGUE!

P. D. No aparece en las crónicas si el pirómano ejerció de bombero o no, pero la tradición oral sí recoge, desde aquel célebre incendio, que los bromistas taberneros socorristas supieron que las anchoas ancianas y casposas les dan rescoldera a los leones medio humanos, con las consecuencias que eso podría acarrearles.
Gracias, amigo Marcial, por recordarme, ayer mismo, el episodio 2, que había olvidado.


EL CONDE LUCANOR. Cuento MMXX. Gustavo Romera Marcos

MIS PERLAS LITERARIAS 77
29-07-2020
EL CONDE LUCANOR
Cuento MMXX
DE LO QUE LES ACONTECIÓ A DOS HERMANOS ATRAPADOS EN UNA RED POR CAUSA DE UNA EPIDEMIA

Una vez, hablando el Conde Lucanor con su consejero Patronio, le dijo:
-Patronio, tengo un amigo al que siempre he tenido en gran estima pero, últimamente, he cruzado con él una estrecha correspondencia y lo que empezó de broma ha acabado en una seria discusión. Dime qué debo hacer porque no quiero perder nuestra vieja amistad.
-Señor Conde Lucanor, -dijo Patronio- mi consejo es que hagáis lo que hicieron dos hermanos atrapados en una red por causa de una epidemia.
El Conde Lucanor le pidió que le contara lo ocurrido.
-En la antigua Murata Tálea de los romanos, hoy Muratalla, vivían dos hermanos que se veían todos los días y, por tanto, no tenían necesidad de escribirse. Pero se propagó una epidemia que confinó a todo el mundo, o casi, en sus respectivas casas por orden del Concejo. Y, como muchos otros confinados, ambos hermanos, por diversión y para liberarse de aquel encierro forzoso, fingieron jugar a ser desconocidos -bien sabían que no hasta sus palomas mensajeras- para intercambiar frecuentes mensajes en broma. Mensajes que acabaron siendo conocidos por toda la Villa, que les reía sus gracias.
La cosa fue bien durante varios meses, se acabó el encierro, pero no la amenaza de la epidemia, lo cual no impidió que sus palomas siguieran yendo y viniendo porque le habían tomado el gusto a la correspondencia, aunque ya se seguían viendo cara a cara, pero sólo la mitad que antes, la verdad sea dicha, debido a las mascarillas impuestas.
Se conocían tanto que, cuando se hablaban, les bastaba oír la primera palabra del otro para distinguir la verdad de la ironía. Pero llegó un día en que, de broma en broma, la cosa se complicó porque el demonio, aprovechándose de la carencia de tonos de la escritura, mezcló las bromas con las veras hasta que fue imposible saber quién había confundido el primer mensaje envenenado.
Total, que se dieron por ofendidos y decidieron encerrar sus palomas y, como eran hombres de palabra, así lo hicieron.
Cuando se volvieron a ver en persona, muy inteligentes ellos, nunca más aludieron a este asunto, y siguieron su vida como si tal cosa no fuera con ellos, sino con sus dobles, o sea, como realmente fue.
Aquel bicho invisible era muy asesino pero no tanto como para matar el amor que aquellos dos hermanos se habían tenido desde siempre.
El Conde Lucanor siguió el consejo de Patronio y le fue muy bien.

Don Juan Manuel consideró este ejemplo muy provechoso y lo condensó en esta moraleja:
Si quieres conservar amistades duraderas,
no escribas jugando con bromas y veras.

 

lunes, 27 de julio de 2020

EL NIÑO QUE IBA A LA ESCUELA SIN CARTERA. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 76
27-07-2020

EL NIÑO QUE IBA A LA ESCUELA SIN CARTERA

Había una vez un niño que iba todos los días a la escuela, bueno, en realidad lo llevaba su hermano, casi tres años mayor que él, siempre sin soltarlo de la mano por seria advertencia de su madre. En la otra mano, su hermano llevaba una lustrosa cartera de cuero, con correas y hebillas, que atesoraba un maravilloso libro sabelotodo; un plumier giratorio de tres pisos con lápices de color arcoiris; un compás que sabía hacer círculos perfectos; unas gomas de borrar con olor a nata; y hasta un sacapuntas mágico que cambiaba finas virutas de madera por una afilada punta de negro carbón... pero era de su hermano porque aquel niño no tenía cartera...

Como era el más pequeño de la escuela, se volvía invisible incluso para el maestro, pero él sí veía cómo los demás alumnos celebraban banquetes devorando a Adán y Eva; a Ias dos Castillas, la Nueva y la Vieja; o a la culta hipotenusa con sus dos hermanos catetos; todos sentados alrededor de una gran mesa rectangular... todos menos él, apartado en una silla junto a la pared, pero sin mesa propia ni sitio en la mesa de los voraces comensales.

El maestro llamaba por sus nombres a todos y cada uno de sus alumnos... menos a él, al que nunca llamaba porque era un convidado de piedra que devoraba aquellos manjares sólo con su atenta mirada y solo, siempre con las manos vacías de lápices, y los brazos cruzados de aburrimiento.

Pero se acabó el curso y el niño fue enviado a otra escuela. Ahora sí iba solo, con una mano libre y, en la otra, su propia cartera, repleta de los tesoros que siempre había soñado. Al llegar, entregó a su segundo maestro una nota donde el primero le notificaba que el mensajero no sabía leer ni escribir, pero era una noticia falsa. Ese mismo día, el maestro nuevo le dio otra noticia escrita, esta vez verdadera, para que se la entregara a sus padres: "Su hijo sabe leer y escribir muy bien para su edad". Al llegar a su casa, soltó las correas de su flamante cartera, sacó la carta secreta cuyo mensaje no imaginaba, se la dio a su madre, y ésta, al leerla, envuelta en lágrimas de emoción, abrazó tan tierna y apretadamente al cartero que sus valiosos tesoros rodaron brincando escaleras abajo.

Aquel niño se convirtió en maestro y vio cómo, año tras año, sus alumnos iban aligerando su equipaje escolar hasta llevar, finalmente, sólo un pequeño móvil sabelotodo… pero, con tantos emoticonos, vídeos, y mensajes de voz, se estaban olvidando de leer y de escribir.

P. D. Ese niño fui yo, Gustavo Romera Marcos, ¡único en internet!, y todo lo que he relatado es rigurosamente cierto, menos lo de la escalera, que fue en la planta baja, pero era menos poético. Mi primera escuela, frente a la actual Oficina de Correos, era de don Eugenio Ruiz de Amoraga; y la segunda, de don Dionisio Gutiérrez Llamas, recientemente derribada, frente a mi casa. 

AGRADECIMIENTOS: A mi primer y admirado maestro, más tarde amigo y sabio consejero, por admitirme como oyente aunque no tenía la edad escolar. A mi segundo maestro, por considerarme uno de sus alumnos predilectos, como se puede apreciar en la foto adjunta. A mi madre, por pensar que era mejor aburrirme en la escuela que en mi casa, y llevaba razón. Y a mi abnegado hermano Pepito, que sé que no me está leyendo, por no soltarme de la mitad de sus manos.


LA ENCUESTA ANIMAL DE JESUCRISTO Y SAN PEDRO. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 75
25-07-2020


LA ENCUESTA ANIMAL DE JESUCRISTO Y SAN PEDRO

Mi abuelo paterno, José Romera López, nacido en 1898, era un hombre como Antonio Machado, “en el buen sentido de la palabra, bueno”; o mejor dicho, “en esencia, bueno” porque hizo fortuna con la destilación de plantas aromáticas (1). Ahora que caigo, aunque tenía un fino sentido del humor, nunca lo oí reírse a carcajadas, quizás porque las reservaba para los oyentes de sus sabias historias. Recuerdo muchas que me contó cuando yo era niño y cuando no era tan niño. Esta era de la segunda etapa:

Un día, hablando Jesucristo con San Pedro, no se ponían de acuerdo sobre quién mandaba en las casas, el marido o la mujer; y pensaron en bajar a la Tierra con 100 caballos y 100 vacas para ir regalando en cada casa, según quien mandase, un caballo si era el marido, o una vaca si era la mujer. Así, si se quedaban antes sin caballos, los esposos que cortaban el bacalao serían mayoría; y, por el contrario, si se acababan antes las vacas, serían mayoría las mujeres que llevaban los pantalones.

Llegaban a una casa y preguntaban al matrimonio que quién mandaba. Si era el marido, ¡un caballo pa ese tío!; si era la mujer, ¡una vaca para la señora! (ojo a la fórmula de adjudicación, que yo veo ligeramente feminista). 

Así lo iban haciendo, llegaron a un cortijo y el marido, muy convencido, dijo que era él el que llevaba la voz cantante porque su mujer ni pinchaba ni cortaba. Le dieron su correspondiente caballo y se marcharon, pero no habían andado más que de aquí a la yesera del Nicasio, cuando la mujer le dijo al marido que le habían dado el peor caballo de todos los que llevaban, y que fuera a ver si los alcanzaba para que se lo cambiaran por el caballo negro que iba en cabeza, que se bebía los vientos… El marido le hizo caso y, tirando de su penco, como Jesucristo y San Pedro no llevaban prisa, los alcanzó pronto:
-Ustedes perdonen. Es que he pensado que, como a ustedes les da igual, me podrían cambiar mi caballo por ese negro de las crines largas.

Pero el pobre hombre no había reconocido a Jesucristo y, por tanto, no sabía que éste lo sabe todo, hasta los más ocultos pensamientos. La respuesta del Hijo de Dios, fue rápida, rotunda y clarificadora: ¡UNA VACA PA ESE TÍO!

(1). Curiosamente, mi familia se escapó de los motes porque se confundió el apellido ROMERA con el ROMERO o “tallo” que mi abuelo compraba para la destilación en “calderas” a campo abierto. ¡Por eso somos los ROMERAS, los más guapos del pueblo, mejorando lo presente!

P.D. A quien pretenda buscarle a este cuento un tinte machista, le recordaré que mi abuelo siempre fue muy respetuoso con todas las mujeres, incluida mi abuela, a la que adoraba. Por lo que a mí respecta, sólo diré que: ¡“Esjraciao” el hombre en cuya casa no mande su mujer!". Otra cosa es lo que tu mujer te pida para la armonía del hogar, como en el refrán “si tu mujer te dice que te tires por un barranco, pídele a Dios que no esté muy alto”.