lunes, 27 de julio de 2020

EL NIÑO QUE IBA A LA ESCUELA SIN CARTERA. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 76
27-07-2020

EL NIÑO QUE IBA A LA ESCUELA SIN CARTERA

Había una vez un niño que iba todos los días a la escuela, bueno, en realidad lo llevaba su hermano, casi tres años mayor que él, siempre sin soltarlo de la mano por seria advertencia de su madre. En la otra mano, su hermano llevaba una lustrosa cartera de cuero, con correas y hebillas, que atesoraba un maravilloso libro sabelotodo; un plumier giratorio de tres pisos con lápices de color arcoiris; un compás que sabía hacer círculos perfectos; unas gomas de borrar con olor a nata; y hasta un sacapuntas mágico que cambiaba finas virutas de madera por una afilada punta de negro carbón... pero era de su hermano porque aquel niño no tenía cartera...

Como era el más pequeño de la escuela, se volvía invisible incluso para el maestro, pero él sí veía cómo los demás alumnos celebraban banquetes devorando a Adán y Eva; a Ias dos Castillas, la Nueva y la Vieja; o a la culta hipotenusa con sus dos hermanos catetos; todos sentados alrededor de una gran mesa rectangular... todos menos él, apartado en una silla junto a la pared, pero sin mesa propia ni sitio en la mesa de los voraces comensales.

El maestro llamaba por sus nombres a todos y cada uno de sus alumnos... menos a él, al que nunca llamaba porque era un convidado de piedra que devoraba aquellos manjares sólo con su atenta mirada y solo, siempre con las manos vacías de lápices, y los brazos cruzados de aburrimiento.

Pero se acabó el curso y el niño fue enviado a otra escuela. Ahora sí iba solo, con una mano libre y, en la otra, su propia cartera, repleta de los tesoros que siempre había soñado. Al llegar, entregó a su segundo maestro una nota donde el primero le notificaba que el mensajero no sabía leer ni escribir, pero era una noticia falsa. Ese mismo día, el maestro nuevo le dio otra noticia escrita, esta vez verdadera, para que se la entregara a sus padres: "Su hijo sabe leer y escribir muy bien para su edad". Al llegar a su casa, soltó las correas de su flamante cartera, sacó la carta secreta cuyo mensaje no imaginaba, se la dio a su madre, y ésta, al leerla, envuelta en lágrimas de emoción, abrazó tan tierna y apretadamente al cartero que sus valiosos tesoros rodaron brincando escaleras abajo.

Aquel niño se convirtió en maestro y vio cómo, año tras año, sus alumnos iban aligerando su equipaje escolar hasta llevar, finalmente, sólo un pequeño móvil sabelotodo… pero, con tantos emoticonos, vídeos, y mensajes de voz, se estaban olvidando de leer y de escribir.

P. D. Ese niño fui yo, Gustavo Romera Marcos, ¡único en internet!, y todo lo que he relatado es rigurosamente cierto, menos lo de la escalera, que fue en la planta baja, pero era menos poético. Mi primera escuela, frente a la actual Oficina de Correos, era de don Eugenio Ruiz de Amoraga; y la segunda, de don Dionisio Gutiérrez Llamas, recientemente derribada, frente a mi casa. 

AGRADECIMIENTOS: A mi primer y admirado maestro, más tarde amigo y sabio consejero, por admitirme como oyente aunque no tenía la edad escolar. A mi segundo maestro, por considerarme uno de sus alumnos predilectos, como se puede apreciar en la foto adjunta. A mi madre, por pensar que era mejor aburrirme en la escuela que en mi casa, y llevaba razón. Y a mi abnegado hermano Pepito, que sé que no me está leyendo, por no soltarme de la mitad de sus manos.


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