viernes, 5 de junio de 2020

"El gitano de Molinicos" / "Las golondrinas de la cámara". Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 53
02-06-2020

El próximo día 9 se van a cumplir 31 años justos de la muerte de mi madre, ¡cómo no pasa el tiempo! Madres no hay más que una y por eso yo decidí quedarme con la mejor, la Petra del Romera, mejorando las presentes y las ausentes. Me anticipo a este triste aniversario para relataros, en su memoria, dos anécdotas que considero muy representativas, la primera de su buen humor; y la segunda de su gran amor por todo lo que giraba alrededor de su pequeño gran mundo. Ahí las lleváis.


EL GITANO DE MOLINICOS

Mi madre nació y vivió su infancia en Molinicos, pueblo de Albacete; pero su madre, Heliodora, era moratallera y regresaba con sus cinco hijas de “vez” en “cuando”. Una de esas “veces”, “cuando” chica Petra conoció a chico Pepe, se puso en marcha el gran proyecto de mi vida, que acabó gestándose en 1952 y vio la luz nueve meses más tarde. Cuando el proyecto era ya una realidad con seis años, apareció por Moratalla un gitano con otro proyecto de la misma edad. Al gitano Antón, -que no estaba muerto, como el de Peret- lo llevaron medio muerto al cuartel de la Guardia Civil porque lo habían pillado robando unas habas tiernas. El hombre, al verse amenazado, dijo que conocía a una tal Petra desde pequeño y que ella podría decirles que él no era ningún ladrón. Se presentaron dos agentes con el padre y su hijo en mi casa. Mi madre reconoció al padre después de tantos años y, como comprendió en seguida lo que pasaba, se lanzó a abrazarlo con algo de teatro. La cosa no pasó a mayores porque mi madre se hizo cargo de los daños que hubiera causado su amigo de la infancia.

Cuando se fueron los guardias, le dijo mi madre: 
-Mira, Antón, he dado la cara por ti pero me tienes que hacer un favor a cambio. 
-Lo que osté diga, Señá Petra. 
-Me tienes que dejar al muchacho y esta tarde vienes a recogerlo. 
-Lo que osté diga, Señá Petra.

El gitanillo dejó alegremente que mi madre lo deshollinara, lo bañara, lo peinara, le cambiara la ropa, en fin, que lo dejara hecho un pincel; tanto que su padre, al verlo, exclamó: 
-¡Pero, Señá Petra, si éste no es mi Juan, que me lo ha cambiao".
Esa frase se convirtió en Patrimonio Inmaterial de la Vecindad. Aún escucho la risa de alegría de la Señá Petra cuando la repetía llena de satisfacción.

LAS GOLONDRINAS DE LA CÁMARA

Aprovechando el madero visto del techo de una de las cámaras de mi casa, anidaban unas golondrinas todos los años gracias a la ventana... 
Mi madre, cuando notaba su llegada, dejaba esa ventana siempre abierta, cerraba la puerta, y no dejaba entrar a nadie hasta que las crías abandonaban el nido... 
Pero sí me dejaba mirar por las rendijas de la puerta, en silencio, cómo papá y mamá golondrina entraban y salían volando para cebar repetidamente a sus polluelos de grandes picos abiertos... 
Y así todos los años, ¡qué gran memoria la de las golondrinas y la de mi madre!

P.D. Animo a mis buceadores de perlas para que escriban sobre sus seres queridos aunque sólo sea por el desahogo que producen las lágrimas, como las mías al revivir estos recuerdos tan lejanos en el tiempo que acaban de ocurrir ahora mismo.

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