14-07-2020
EL CUERVO DEL ALGAIDÓN
Este chiste/cuento se lo oí contar varias veces, con su seriedad habitual, a mi suegro, Jesús Fernández “El Calañas”, pinero auténtico, nacido en 1922.
Había en la Sierra del Algaidón un cuervo más viejo que la sarna -porque los cuervos duran mucho- pero más listo que el hambre y, como estaba hambriento y no tenía donde caerse muerto, se las tuvo que ingeniar para no caerse muerto de hambre. Una pareja de cuervos había dejado solo en el nido a su pollo recién nacido y el muerto de hambre vio el momento oportuno para cometer el crimen perfecto.
Estranguló al pollo, lo sacó del nido, se deshizo del cadáver sepultándolo sin dejar huellas, y ocupó su lugar después de arrancarse con el pico, una a una, todas sus plumas. Los padres cayeron en el engaño, y lo adoptaron sin saberlo y sin más papeleos.
Al principio, la pareja de hecho lo siguió cebando como a un hijo de sus propias entrañas pero, conforme iban pasando las semanas y los meses, se les acabó parando una mosca detrás de la oreja -es un decir- porque la criaturica, además de no estudiar ni trabajar, ni crecía ni emplumaba... ¡Cómo iba a emplumar el muy canalla si se arrancaba los cañones en secreto para pasar por un tierno retoño en cuereticos vivos! ¡Menudo pajarraco!
El infanticida impune estuvo a la sopa boba durante cinco largos años de cuidados intensivos, hasta que llegó un invierno en el que caían chuzos de punta, con tres palmos de nieve, y un frío que se helaban hasta las palabras. Eso era precisamente lo que les faltaba a los sufridos papás para estar del eterno bebé hasta la punta del pi...co, y eso que no sabían que era el asesino de su propio hijo, ¡por nadie pase!
Como los cuervos no pueden hablar, la supuesta madre miró al supuesto padre fijamente a los ojos y éste comprendió perfectamente el mensaje ("¿Se lo dices tú, o se lo digo yo?"). Al supuesto padre le bastó mirarla de reojo por encima del ala para contestarle ("¡Yo se lo diré!"). Fue el único de su especie que ha hablado porque un okupa tan picoduro le hace hablar hasta a los cuervos muertos:
-Mira, nene, tu madre y yo nos hemos sacrificado estos cinco años para que no te faltara de nada, pero ahora nos vemos más negros de lo que ya somos para llevarnos algo al pico escarbando en una nieve más dura que una piedra. Te digo esto porque ya somos viejos -“no tanto como yo”, pensó el que sabes- y no podemos aguantar más. Ya va siendo hora de que te busques la vida y te hagas un cuervo de provecho.
Pero de algo le tenían que servir al falso pollito sus muchas volaterías por el ancho cielo. Su sabia respuesta fue tan breve como inapelable: "EN ELCHE… ¡HAY DÁTILES!".
P.D. En la versión original no aparecía ninguna moraleja pero, si tu hijo cincuentón no salta del nido y la cosa se pone más negra que el ala de un cuervo, ya sabes lo que tienes que hacer: ¡Embocarte a Elche a por dátiles para el muchachico!
P.D. DE ÚLTIMA HORA: Acabo de encontrar la rima para la moraleja:
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