lunes, 20 de julio de 2020

EL RECUERDO DE MIS RECUERDOS Y DE MIS OLVIDOS. Gustavo Romera Marcos.

MIS PERLAS LITERARIAS 72
10/07/2020


EL RECUERDO DE MIS RECUERDOS Y DE MIS OLVIDOS

Ya no recuerdo cuándo escribí mentalmente estos cuatro versos inéditos hasta ahora mismo: 
Barre el viento del tiempo
los tejados de la memoria
y los recuerdos van cayendo al vacío
desde los aleros del olvido. 

Siempre me pierdo en los laberintos de la memoria, y en Ikea. La última vez, mi hijo tuvo que llamar a los GEO para buscarme y, a las cinco horas, me encontró un Agente de Seguridad, durmiendo dentro de un coche aparcado que se lo había su dueño sin cerrar porque era el día de puertas abiertas, y como era del mismo modelo y color que el mío... Me preguntaron que si no me había fijado en la matrícula pero, es como yo les dije: “No tengo yo otra cosa que hacer que aprenderme la matrícula de mi coche de memoria”.

Ahora que me acuerdo, resulta curioso que olvidemos algunos recuerdos que quisiéramos recordar y, en cambio, no conseguimos quitarnos de la cabeza otros que quisiéramos olvidar para siempre. Como nunca recordaba la misteriosa ubicación del mando de la tele, he aprendido a localizarlo con el GPS... pero cuando consigo encontrar el móvil, que ésa es otra...

La vida es una sucesión de recuerdos y de olvidos, pero siempre desparejados, como los calcetines. Decía Cortázar que aprendió el caos temporal de sus relatos cuando, en el cine de su pueblo, alteraban el orden de los rollos y los espectadores se veían obligados a hacer una surrealista reconstrucción de los hechos al ver galopando en la pradera al sheriff, que ya descansaba bajo su cruz de palos en el desierto desde el primer cucurucho de palomitas; o viendo a la despampanante protagonista tonteando con su primer novio después de haberla visto, durante el segundo cucurucho, ya abuela, con sus siete magníficos nietos de pelo en pecho; menos Yul Brynner, pecholiso, y con la cabeza mismamente como una bola de billar con sombrero.

De niño, no tienes necesidad de recordar nada, al contrario, preguntas sin parar por el nombre de las cosas que ves por primera vez, o que ya has visto cien veces y no te acuerdas. Mamá, ¿cómo se dice fririrorífico?... ¡qué coñazo de criatura! 

De adolescente, sientes vergüenza hasta de las fotos de tu tierna y despatarrada infancia con todas tus sinvergüenzas al aire... ¡qué coñazo de fotos! 

De adulto, ni siquiera tienes tiempo de recordar tus recuerdos porque bastante tienes con no olvidar, siempre en el último día, la fecha de la Declaración de la Renta... ¡qué coñazo de papeleos! 

De viejo, no puedes olvidar la última bofetada del servicio militar, que ya ha desaparecido; y no lo digo por la bofetada, que todavía te escuece... ¡qué coñazo de mili! 

De anciano, no consigues recordar tu última erección, y eso que fue sólo hace tres veranos... ¡qué coñazo de veranos! 

Acabo de acordarme que tengo que ir acabando de decir tonterías pero, como no tengo claro el final de esto, voy a tener que esperar a mañana para recordar cómo lo he terminado hoy... ¡qué coñazo de escritor! 

P.D. Hoy han terminado los siete días de las Fiestas de la Vaca de mi pueblo, Moratalla creo que se llama; y, con lo que a mí me gustan, ni siquiera me acuerdo de haber visto, por lo menos, el rabo de una vaca... ¡Qué coñazo de gentío que no te deja ver na!


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