miércoles, 6 de mayo de 2020

“El rey de los virus”. Gustavo Romera Marcos

MIS PERLAS LITERARIAS 33

05-05-2020

Perdonen que insista, en palabras de Matías Prats, pero tengo que referirme otra vez a una columna de Manuel Vicent, la que publicó en El País el pasado domingo día 3. La tituló “El rey de los virus” y no necesita comentarios por mi parte.

Este proclamado rey de los virus porta sobre sus redondas sienes múltiples coronas porque reina ya en casi todos los países de nuestra pequeña gran esfera planetaria. Pero se ha convertido en un tirano inmisericorde que ostenta ya el siniestro récord de ser el asesino en serie más prolífico desde que existen datos sobre el crimen organizado. Los gobiernos, magnates, y demás dueños del dinero han puesto precio a su corona y todos los laboratorios han iniciado una carrera contrarreloj para cobrar la recompensa por una vacuna que lo derroque o, por lo menos, para quitarle esa esquizofrenia asesina. Algunos delincuentes hacen de la cárcel su casa pero ahora todo anda tan revuelto que medio mundo ha convertido su casa en cárcel. Al ciudadano raso de nada le sirven sus cinco sentidos en esta lucha a muerte porque el asesino no se ve a simple vista, ni los perros policías lo pueden olfatear, ataca en el más absoluto silencio, no deja rastro en el paladar, y no se nota al tacto agazapado en los surcos de las huellas dactilares. Todos somos ya Poncios Pilatos convulsivos para lavarnos la sospecha de nuestras dos manos siniestras. Los valientes soldados de los hospitales, las farmacias, los bancos, los supermercados y los estancos -únicos frentes activos de combate- se han atrincherado detrás de los transparentes muros de metacrilato o cristal mirando de reojo a los pacientes y clientes de toda la vida como presuntos forajidos con la cara tapada hasta que un test, verdadero o falso, no demuestre lo contrario. Todo lo que toquen sin guantes o digan con la boca destapada puede ser utilizado en su contra. De nada sirve darle a este déspota con la puerta en las narices porque, como en las películas de Hitchcock, el asesino ya puede estar cómodamente echando una cabezadita en tu sillón preferido, o mezclado en las espinacas que Popeye el Marino deglute en la lapa de la puerta de tu frigorífico. En esta película de terror, en la que todos somos protagonistas forzosos, como en todas las historias, los malos acabarán perdiendo y recibirán su merecido castigo, en eso consiste el suspense demorado hasta el final. Esperaremos, pues, a que acabe esta guerra para descubrir si los malos somos nosotros mismos.


P.D. ¡Bulo, bulo y más bulo! Confieso que este texto ha salido de mis dedos y mi teclado. Que me perdonen mis escamados lectores y, sobre todo, mi idolatrado maestro, por haber pecado contra el II Mandamiento de “no tomarás el nombre de Dios en vano”. Pero no he podido resistirme a la tentación de soñar, por un instante, que quizás alguien haya podido pensar que mis palabras eran las de un escritor tan inimitable.

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