domingo, 10 de mayo de 2020

“Eloísa está debajo de un almendro”. Jardiel Poncela.

MIS PERLAS LITERARIAS 37

10-05-2020
Ahora que tenemos prohibido viajar y nos consolamos con viajes virtuales navegando por internet y echando las redes en las redes sociales, me he acordado del viaje que Jardiel Poncela escenificó en “Eloísa está debajo de un almendro”, estrenada en 1940, cuando ni siquiera existía la televisión, no digo más.
En el Acto I, Edgardo emprende un viaje en tren a San Sebastián acostado en su cama, en la que lleva veintiún años sin levantarse para nada a causa de un desengaño amoroso con su cuñada Clotilde. Fermín es el criado; Leoncio, su posible sustituto; y Micaela, hermana de Edgardo. He acotado este fragmento. Arriba el telón…

FERMÍN.- (Mirando el reloj y alarmándose.) ¡Ahí va! Dos minutos para el tren de San Sebastián. Hay que arreglarlo todo en un vuelo. (Pone junto a la cama unas maletas y manipula en el «cine».)
LEONCIO.- (Siguiéndole.) Oiga usted, ¿pero eso de San Sebastián era fetén? (…)
FERMÍN.- Hombre, claro. Rara es la noche que no se va a algún lado... (…) la cama le aburre, y necesita viajar.
LEONCIO.- Pero ¿sin moverse de la cama? (…)
FERMÍN.- Pues para viajar acostado es para lo que tiene usted que aprender los horarios y los trayectos ferroviarios. Porque el señor, a veces, se duerme viajando, pero uno tiene que estar ojo avizor toda la noche para tocar la campana al salir el tren de cada ciudad, que hay que hacerlo a la hora exacta; cantar los nombres de las estaciones y vocear las especialidades de la localidad.
LEONCIO.- Oiga usted, ¿y paran ustedes en muchos sitios?
FERMÍN.- La noche que el señor va en el correo, sí; pero otras noches, que tiene prisa, coge el rápido, y entonces la cosa es llevadera.
LEONCIO.- Y con este aparato, ¿qué hay que hacer?
FERMÍN.- Esto es para proyectar vistas de los sitios principales por donde se pasa. ¿Ve? (Enseñándole una caja.) Aquí están las del itinerario de San Sebastián, numeradas y por orden de proyección... (Mirando el reloj.) ¡La hora! Vamos allá. Siéntese usted ahí y fíjese bien en todo para que aprenda pronto... (Toca el resorte de la pared y la persiana de madera se levanta, descubriendo la cama, donde Edgardo está leyendo un libro.)
EDGARDO.- ¿Qué? ¿Ya es la hora?
FERMÍN.- Sí, señor. Van a dar la salida.
EDGARDO.- ¿Tienes los billetes? ¿Has facturado los equipajes?
FERMÍN.- Sí, señor. Y aquí lo bultos de mano. Todo está en regla, señor.
EDGARDO.- ¿No ha venido nadie a despedirnos?
FERMÍN.- No, señor.
EDGARDO.- Mejor. Las despedidas son siempre tristes.
LEONCIO.- (Que contempla la escena asombrado y sentado en un sillón. Aparte.) ¡Chavó, qué imaginación!
FERMÍN.- (Toca un pito, la campana, y luego una sirena.) Ya salimos, señor.
EDGARDO.- ¡Andando! Llevamos muchísimo retraso, pero lo ganaremos mañana en Alsasua. Voy a echar una cabezadita hasta Villalba.
FERMÍN.- Hay parada en La Navata, señor.
EDGARDO.- Bueno, pero si voy dormido, no me despiertes.
LEONCIO.- (Aparte) Y viajando así no habrán descarrilado nunca, claro...
FERMÍN.- ¿Qué? ¿Se queda usted en la casa?
LEONCIO.- Pues, la verdad, lo estoy dudando.
FERMÍN.- Me lo temía. Tres aspirantes se han rajado al ver esto de los viajes. (…)
LEONCIO.- Hombre, claro.
FERMÍN.- Y viajar con el señor tiene sus ventajas, porque uno está autorizado a sentarse aquí toda la noche y a comer y a beber a discreción los productos de cada sitio por donde pasa. Yo, en el último viaje que hicimos por Galicia, me harté de langosta y de vino del Riveiro.
LEONCIO.- ¡Arrea! Y hoy, ¿qué menú líquido tenemos en el itinerario?
FERMÍN.- Pues, empezando por leche fresca al cruzar Las Navas y acabando por chacolí, toda la lira.
LEONCIO.- Me está usted animando a quedarme.
(Aparece Micaela. Leoncio, al verla, intenta levantarse respetuoso.)
FERMÍN.- (Sujetándole) ¡Chis! Siéntese, que en viaje tenemos autorización para no levantarnos. (…)
MICAELA.- (Contemplando a Edgardo) Hace falta estar más loco que un molino para viajar de esa manera... (Deteniéndose delante de Leoncio.) ¿A usted qué le parece? (…) ¿Está en su sano juicio un hombre que se marcha así a San Sebastián? (…) Locura lo llamo yo el abandonar la casa hoy para irse tan lejos. Sin contar con que San Sebastián en marzo es muy frío, y que volverá con un catarro...
FERMÍN.- Si no podía ser de otra manera... (Mira el reloj de pronto.) Menos veinte... (Va a la campana y la hace sonar.) ¡La Navata!... ¡Un minuto! (…) Ya no tenemos parada hasta Villalba. Nos podemos ir un rato abajo, a tomar el primer tentempié. (…)
(Por la escalera del fondo aparece Clotilde) (…).
CLOTILDE.- ¿Estáis de viaje, Fermín?
FERMÍN.- Sí, señora. Hace diez minutos que hemos salido para San Sebastián.
CLOTILDE.- ¡Válgame Dios! Pues avísame cuando vayáis a Valencia, que quiero ver las fallas.


P.D. Con la que está cayendo, viajar desde la cama tiene muchas ventajas, es gratis, en calzoncillos, sin equipajes, sin contaminar y, sobre todo, evitando las aglomeraciones que tanto le gustan al virus coronado de los cojones… Se quejará el sector turístico pero, si lo que se gastan los turistas extranjeros aquí lo sustituimos por lo que nos gastamos los turistas nacionales allí, a lo mejor nos salen las cuentas porque nosotros somos menos pero más malgastosos…

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