MIS PERLAS LITERARIAS 38
11-05-2020
Hoy voy a dejar quieto al puñetero virus a ver si se siente ignorado y se suicida por aburrimiento, que es lo mejor que nos podría pasar…
Me he encontrado tirada en una cuneta una cinta de casete antigua con un monólogo grabado pero no lleva la carátula y no se quién es el autor. Se trata, sin duda, de un moratallero por el lenguaje y por las claras alusiones a nuestro pueblo.
Os voy a pasar la transcripción para ver si alguien me da alguna pista pero, como es bastante largo, lo he dividido en tres entregas, una cada día, y, de paso, gana en emoción, como aquellos seriales radiofónicos, que tantas lágrimas hicieron derramar a nuestras sufridas abuelas dejándolas con el alma en vilo hasta el día siguiente, ¡qué lástima!... Pero este monólogo no es para llorar, sino todo lo contrario…
Yo, como cualquier mortal, percibía primero el presente, lo convertía en pasado en milésimas de segundo y, al mismo ritmo, iba transformando el futuro en presente, y así sucesivamente en un proceso continuo, que, ahora que lo pienso, era demasiado complicao para hacerlo sin ningún esfuerzo, pero lo tenía muy ensayao desde aquel día en que me dije “ya tengo uso de razón”.
Pero una mañana noté que el almuerzo me había sentao como un tiro incluso antes de comérmelo, pero pensé que aquello era algo pasajero, y lo achaqué a que estaban fuertecicos los minchirones, amarillujas las sardinas de cuba, y churreteros los abercoques. ¡Menos mal que no almorcé, claro!
Llegó la Semana Santa y, justo cuando un tamborista salía de su peña presumiendo de tambor, yo ya veía su desesperación al rajársele la piel de arriba a abajo en plena Farola. Aquello no pintaba bien, pero me esperé a la Fiesta de la Vaca a ver si se me pasaba. Subí a ver el Apartao en la Casa de Cristo y, fue salir de la cerca la maná de vacas con los mansos y los caballistas, y yo ya conocía las tres vacas que se escapaban en el cruce de La Yesera y que el Álvaro conseguía cortarlas a galope tendío en Los Alderetes. Pero, claro, no era cosa de decírselo a la gente porque me cargaba la emoción de todo el pueblo. Hubiera sío, para entendernos, como si en un cine, al empezar una película de Ser los Holmes -como es una grabación no sé si se escribe así-, hubiera gritao en el patio de butacas el nombre del asesino. Por nadie pase.
Decidí contarle mi problema a mi médico, don Antonio, más conocido como “El Veinticinco” por sus amigos, o “El Rejas” por sus enemigos, pero fue cruzar la puerta del ambulatorio y vi cómo me firmaba el ingreso directamente en un centro psiquiátrico del que no me esperé ni a ver el nombre. Me volví porque estaba enfermo, sí, pero no tonto. Así que decidí cargar a solas con todo el peso de mi confusión temporal y no decírselo absolutamente a nadie, y mucho menos a mis compañeros del truque, a los que siempre les ganaba porque ya conocía sus cartas mientras barajaban. No todo iban a ser inconvenientes.
Una tarde intenté declararle mis insanas intenciones a una muchacha en el poyo de La Glorieta pero, antes de que pudiera abrir la boca, la vi trasponer por la esquina del Cuartel, quitándose el culo calle abajo y dejándome plantao como el alatonero del campo de fútbol, es decir, enmedio de la baldosa. Mi vida empezó a hacerse tan insoportable que ya incluso iba a las bodas por puro compromiso porque, mientras todos felicitaban a los felices recién casados -de cuyos nombres no quiero acordarme-, yo tenía que fingir mi sonrisa viéndolos ya divorciaos disputándose la custodia de los hijos.
Mi inconfesable secreto estaba convirtiendo mi vida en un verdadero infierno y estaba tan desesperao que decidí suicidarme…
P.D. ¿Se quitará la vida? ¿Cambiará su suerte? ¿Encontrará al amor de su vida?... Todo esto y mucho más en el "FUTURO PRETÉRITO" (Segunda entrega).
(Continuará)
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